Hace cinco años comenzaba la serie de buzones alcancías. Con el correr de los años se convertirían en el icono de mis artesanías enteladas.
Todo empezó como un regalo para mi amiga Inés Dzienczarski y después empezaría una serie de pedidos de buzones que me hicieron.
Todo empezó como un regalo para mi amiga Inés Dzienczarski y después empezaría una serie de pedidos de buzones que me hicieron.
He vendido y regalado buzones. Siempre sorprende el que tenga cerradura. No importa la clase social, ni el lugar. La figura del buzón cae simpática.
Algunos buzones están por las cercanías de San Miguel, donde vivo. Pero otros están más lejos. En provincias lejanas e incluso en países lejanos. De mi paso por Palermo Viejo partieron algunos para el viejo continente o el norte de América.
Hay personas que los adquirieron para uso personal y otros para regalar. También entre los compradores hay coleccionistas o los llevaron como recuerdo de su paso por la ciudad de Buenos Aires.
Más allá de la calidad de cómo están armados el sentimiento que despiertan los buzones alcancías es único. No hay otra pieza que arme que me devuelva tan satisfacciones como los buzones.
Por eso digo: ¡larga vida a los buzones!. Al escribir estas líneas acabo de terminar la pieza 106 de la segunda serie. Porque hubo una primera un poco más grande que descontinué por razones de costo.
Un dato para los coleccionistas de cosas: hay buzones construidos en los años 2003, 2004, 2005, 2006, 2007 y 2008. Durante estos cinco años junto a mi firma en las cabezas de los buzones puse los diferentes años que los armaba. Tal vez los años 2003 y 2004 tengan la mayor cantidad de piezas.
Mientras no me aburra y el público me los pido seguiré haciendo buzones. Lo mejor será vender buzones...
Mauricio Uldane
artesano entelador
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